Por qué escribir un monólogo. Por qué tiene que ser de humor.
Para qué sirve. No sé. Quizás lo más importante de los monólogos sea el público, lo cual convierte la cosa en un diálogo. Pasa que si uno se presta a un diálogo necesita a otro…
Digamos que la pretensión de escribir un monólogo esconde la ausencia de un otro, o por lo menos la ausencia de su necesidad.
Por qué de humor. Es ridículo si uno piensa que el humor requiere también de público; es decir, que algo sea humorístico significa que hace reír, y si algo hace reír es que se lo hace hacer a otro, porque reírse uno de las cosas que uno dice no necesariamente es hacer humor.
Humor suena a mezcla de humo y amor. Lo que también da que pensar porque me imagino que el humor es como el sexo oral. Uno empieza haciéndolo para complacer, para ganarse al otro. Es decir, amor por uno, que necesita esa aprobación ajena. Pero después, cuando uno ya practico lo suficiente y se siente seguro (Cómo si uno pudiera, alguna vez, sentirse seguro del amor de alguien) del amor del otro, lo hace justamente por el otro, y resulta ser una demostración de amor. Digo que se parecen porque al principio uno hace chistes para caerle bien a los demás, como defensa de una personalidad insegura que no sabe si puede llegar a gustar, entonces cuando los chistes que uno hace le causan gracia a la gente, no gusta uno, gustan las artimañas que uno encuentra para hacer reír. “Ah, fulanito de tal, es un pelotudo, pero te cagás de risa con el”. O algo así.
Entonces decíamos que el humor y el sexo oral y el humo y el amor vienen siendo la misma cosa. Mejor dicho podríamos decir que el humor viene de una yuxtaposición de amor y humo. Y qué es el humo, algo que no está. En realidad, es el síntoma, el humo, de lo que tampoco está, que es el fuego. Ni el fuego ni el humo existen por sí mismos, sino que más bien son la manifestación de alguna otra cosa. Como el amor, que no existe en sí mismo sino que representa una serie de conexiones lógico matemáticas en el cerebro de uno y en su centro hormonal. Por lo menos eso dicen las últimas investigaciones del MIT sobre nuestro cerebro, o al menos eso dice Clarín sobre los investigadores del MIT (que me imagino está haciendo cosas un poco más interesantes pero que nadie quiere que se publiquen en un diario, poralgoserá)
Entonces el humor, mezcla de humo y amor parecería entonces que responde a algo que está más allá del propio humo. Es decir, el humor sería el síntoma de aquello que realmente sucede. Lo que se aplica perfectamente cuando uno observa humor político. O humor sexual. Aquello sobre lo que se ríe es justamente aquello que no debería darnos risa. Pero sin embargo lo real, lo que no nos gusta, pasa al plano del humo(r) y se vuelve algo que nos gusta (o nos hace reir)
Lo mismo podría aplicarse para el monólogo. Aquello que es real (yo) que no me gusta (por eso tengo que excusarme en el humor para gustar) se deja ver a partir de un discurso aparentemente compacto (porque no necesito que intercedas) y tiene como ultima finalidad hacer reír (a un otro que al principio no me importó y ahora tiene la última palabra, o la última risa)
Lo extraño del humor, como el humo y el amor, es que no existe sin el otro.
Si no te reís, no soy gracioso
Si no me amás, mi amor no tiene sentido.
Lo lindo de los monólogos, me imagino, es esa libertad de no buscar la risa, sino poder dejarse llevar por los caminos de la propia mente. Sin esperar esa aprobación, ese asentir con la cabeza, ese amor.
Lo feo de los monólogos, me imagino, es cuando la ausencia de ese otro no es premeditada, sino que es simplemente lo que tenemos, esa desazón de la soledad.
Lo raro, a todo esto, es que a veces la risa viene de lugares que no esperamos. Por ejemplo, el humorista debe tener cientos de cosas terribles en su personalidad que harían reír a más de uno. Cosas patéticas, insondables. Esas cosas nadie las muestra en un monólogo de humor. Uno se ríe de otras cosas.
Yo creo, sin embargo, que el monólogo de humor sólo puede ser sobre uno mismo. Porque de esa manera, uno siente que se están riendo con uno y de uno al mismo tiempo. Y así uno ahuyenta los fantasmas: si hago reír, dejo de ser el hazme reír. Si uno logra ser las dos cosas, se encuentra ante el increíble desafío creativo de que su inteligencia aplicada a la risa supere su imbecilidad aplicada a la vida cotidiana.
Un monólogo de humor.
Un auto abrazo al ego
Una auto fellatio mental
Para qué sirve. No sé. Quizás lo más importante de los monólogos sea el público, lo cual convierte la cosa en un diálogo. Pasa que si uno se presta a un diálogo necesita a otro…
Digamos que la pretensión de escribir un monólogo esconde la ausencia de un otro, o por lo menos la ausencia de su necesidad.
Por qué de humor. Es ridículo si uno piensa que el humor requiere también de público; es decir, que algo sea humorístico significa que hace reír, y si algo hace reír es que se lo hace hacer a otro, porque reírse uno de las cosas que uno dice no necesariamente es hacer humor.
Humor suena a mezcla de humo y amor. Lo que también da que pensar porque me imagino que el humor es como el sexo oral. Uno empieza haciéndolo para complacer, para ganarse al otro. Es decir, amor por uno, que necesita esa aprobación ajena. Pero después, cuando uno ya practico lo suficiente y se siente seguro (Cómo si uno pudiera, alguna vez, sentirse seguro del amor de alguien) del amor del otro, lo hace justamente por el otro, y resulta ser una demostración de amor. Digo que se parecen porque al principio uno hace chistes para caerle bien a los demás, como defensa de una personalidad insegura que no sabe si puede llegar a gustar, entonces cuando los chistes que uno hace le causan gracia a la gente, no gusta uno, gustan las artimañas que uno encuentra para hacer reír. “Ah, fulanito de tal, es un pelotudo, pero te cagás de risa con el”. O algo así.
Entonces decíamos que el humor y el sexo oral y el humo y el amor vienen siendo la misma cosa. Mejor dicho podríamos decir que el humor viene de una yuxtaposición de amor y humo. Y qué es el humo, algo que no está. En realidad, es el síntoma, el humo, de lo que tampoco está, que es el fuego. Ni el fuego ni el humo existen por sí mismos, sino que más bien son la manifestación de alguna otra cosa. Como el amor, que no existe en sí mismo sino que representa una serie de conexiones lógico matemáticas en el cerebro de uno y en su centro hormonal. Por lo menos eso dicen las últimas investigaciones del MIT sobre nuestro cerebro, o al menos eso dice Clarín sobre los investigadores del MIT (que me imagino está haciendo cosas un poco más interesantes pero que nadie quiere que se publiquen en un diario, poralgoserá)
Entonces el humor, mezcla de humo y amor parecería entonces que responde a algo que está más allá del propio humo. Es decir, el humor sería el síntoma de aquello que realmente sucede. Lo que se aplica perfectamente cuando uno observa humor político. O humor sexual. Aquello sobre lo que se ríe es justamente aquello que no debería darnos risa. Pero sin embargo lo real, lo que no nos gusta, pasa al plano del humo(r) y se vuelve algo que nos gusta (o nos hace reir)
Lo mismo podría aplicarse para el monólogo. Aquello que es real (yo) que no me gusta (por eso tengo que excusarme en el humor para gustar) se deja ver a partir de un discurso aparentemente compacto (porque no necesito que intercedas) y tiene como ultima finalidad hacer reír (a un otro que al principio no me importó y ahora tiene la última palabra, o la última risa)
Lo extraño del humor, como el humo y el amor, es que no existe sin el otro.
Si no te reís, no soy gracioso
Si no me amás, mi amor no tiene sentido.
Lo lindo de los monólogos, me imagino, es esa libertad de no buscar la risa, sino poder dejarse llevar por los caminos de la propia mente. Sin esperar esa aprobación, ese asentir con la cabeza, ese amor.
Lo feo de los monólogos, me imagino, es cuando la ausencia de ese otro no es premeditada, sino que es simplemente lo que tenemos, esa desazón de la soledad.
Lo raro, a todo esto, es que a veces la risa viene de lugares que no esperamos. Por ejemplo, el humorista debe tener cientos de cosas terribles en su personalidad que harían reír a más de uno. Cosas patéticas, insondables. Esas cosas nadie las muestra en un monólogo de humor. Uno se ríe de otras cosas.
Yo creo, sin embargo, que el monólogo de humor sólo puede ser sobre uno mismo. Porque de esa manera, uno siente que se están riendo con uno y de uno al mismo tiempo. Y así uno ahuyenta los fantasmas: si hago reír, dejo de ser el hazme reír. Si uno logra ser las dos cosas, se encuentra ante el increíble desafío creativo de que su inteligencia aplicada a la risa supere su imbecilidad aplicada a la vida cotidiana.
Un monólogo de humor.
Un auto abrazo al ego
Una auto fellatio mental
1 comentario:
ay!
te queres casar conmigo!!!
no, mejor no.
pero sos grosa. yo te banco.
(me pregunto si cumpliste tu promesa de cuando te ibas de apo antes de escribir esto)
Publicar un comentario